En este mes de diciembre, una vez más, la Unión Europea hace entrega del Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia, el cual pretende un reconocimiento a organizaciones o personas que se hayan destacado en la defensa de los derechos humanos y las libertades.

Este año 2017 el Parlamento Europeo ha decidido conceder este premio a la llamada oposición venezolana. Podríamos escribir este texto entrando en lo que seguro será una polémica de este último mes del año y que tendrá que ver con este reconocimiento a una oposición que cuenta con defensores y detractores en numerosos puntos del planeta y de la propia Europa.

Sin embargo, no es esa nuestra intención. Por el contrario, tomamos como referencia una segunda candidatura al premio, también del propio Parlamento Europeo y que se encarna en una mujer indígena k’iche’, de Guatemala. Esto ya supone una cierta novedad pues por primera vez, creemos, se ha intentado reconocer a uno de los sectores sociales de este planeta más y doblemente vulnerado. Más, por ser indígena y lo que eso supone de histórica violación de sus derechos como pueblo desde los tiempos del colonialismo y hasta los actuales propios del sistema dominante neoliberal. Doblemente, por ser mujer, lo que hoy sigue colocando a este amplio sector de la población en el eje de agresiones y violencias específicas en el marco de sociedades patriarcales. Y en esta candidatura además, al ser indígena y mujer habría aún que sumar un factor más de vulneración de derechos, como es el ser parte de los sectores empobrecidos.

Pero personas como estas son también Defensoras de Derechos Humanos y Defensoras de la Vida y eso tiene un valor especial en este mundo y sistema que nos toca vivir. La defensa hoy de la vida en amplios territorios del planeta pasa no solo por la defensa de las llamadas libertades fundamentales en los sistemas liberales, sino por la defensa de la propia vida, entendida a la vez de las personas de los pueblos y de la naturaleza. Claro que para entender mejor esta lucha que hoy se libra desde amplios sectores sociales hay que tener en cuenta un actor más: las empresas transnacionales. Éstas cada día son más determinantes, incluso por encima de los propios estados hoy subordinados a ellas, y no solo en términos económicos, sino también para tomar las grandes decisiones políticas, sociales, así como otras que atañen directamente al cumplimiento o violación sistemática de los derechos humanos y al hipotético ejercicio verdadero de las libertades.

Mantenemos, junto con Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos que hoy las empresas trasnacionales son en gran medida responsables de los desequilibrios e injusticias que se cometen, de explotaciones de los bienes comunes sin fin, del expolio de nuestras tierras y territorios, de los grandes desplazamientos de población. En suma, del empobrecimiento para las grandes mayorías mientras unas minorías cada vez más minoritarias nadan en el lucro; del aumento por tanto de las enormes brechas de desigualdad; así como los machismos y feminicidios que nos colocan a las mujeres en el eje central de la agresión; o del mismo cambio climático que hipoteca la vida en el planeta para las generaciones presentes y futuras. Este es el modelo de desarrollo que nos imponen y decimos alto y claro que no es el desarrollo que queremos.

Y por todo ello, usando como pretexto idóneo la segunda candidatura que nunca llegó a ganar el premio Sajarov, pero también recordando que de alguna forma ésta encarna la verdadera lucha por los derechos humanos individuales y colectivos de tantas y tantas personas anónimas que todos los días exponen su vida, hacemos un llamado denuncia a la Unión Europea respecto a sus responsabilidades para con las actuaciones de las transnacionales europeas.

Dado que la experiencia de lucha y los riesgos para la vida que ésta conlleva nos demuestran que las causas de fondo residen en el sistema dominante proclamamos, una vez más, la necesidad desde la “vieja Europa” también de aportar al cambio estructural que se necesita. Para ello, cada vez es más urgente revertir ese proceso que ubica a las transnacionales en los verdaderos poderes corporativos que hoy dictan a los pueblos y estados sus caminos hacia la desesperanza y la explotación sin futuro. Nuestros territorios, de aquí y de allá, están siendo expoliados, nuestros modelos de vida ahogados. Y todo ello por primar, desde este sistema dominante, los intereses y beneficios económicos de las élites económicas y políticas tradicionales por encima de los derechos humanos individuales y colectivos de las personas y pueblos.

Reafirmamos que los pueblos seguiremos resistiendo, seguiremos exigiendo en América Latina y en Europa, el verdadero ejercicio de nuestros derechos. Por ello pedimos a la Unión Europea que haga aportes positivos a esta decisión y no que siga siendo un obstáculo para construir conjuntamente un mundo más justo. Es su responsabilidad con la ciudadanía europea, pero también con la del resto del mundo.

Jesus González Pazos, Aura Lolita Chávez,

Juan Hernández Zubizarreta y María Viadero Acha

2017/12/05