El 9 de agosto amanecíamos con una noticia que a todas y cada una de las personas que formamos parte de Mugarik Gabe nos dejaba congeladas, habían asesinado a Paola Moromenacho en Ecuador. A la tristeza e indignación por este nuevo asesinato de una mujer a quien conocíamos, esta vez se sumó el estupor profundo al saber que había sido Héctor, el padre de su hija, quien había sido compañero nuestro hace unos años.
A partir de entonces cada una de nosotras y nosotros vivió un proceso individual doloroso, por la pérdida de Paola y por asumir que quien formó y formaba parte de nuestra vida era un feminicida.
Han sido muchos los sentimientos que esto nos ha provocado, mucha culpa por no habernos dado cuenta de a quien teníamos al lado, por no haber hecho algo, por no haber notado algo, por no saber bien qué decir tras enterarnos. Hemos necesitado procesar todo, hablar, reconocernos en nuestros sentimientos y ver cómo dar salida a esta profunda indignación colectiva.
Este asesinato nos reafirma en nuestra apuesta por seguir luchando contra todas las violencias machistas, en repudiar y denunciar cualquier violencia por parte de cualquier hombre contra una mujer. Desgraciadamente los agresores forman parte de nuestros entornos, nuestras familias, cuadrillas, colectivos, trabajos… muchos tienen una cara amable y social y en el fondo albergan un sentimiento misógino al que dan rienda suelta en su espacio más privado.
Es necesario rechazar cada día cualquier atisbo de machismo, cualquier tipo de violencia.
Es necesario seguir organizadas, salir a la calle, la autodefensa feminista, instar a las instituciones responsables a elaborar leyes efectivas con presupuesto, incidir en la prevención. Sólo así conseguiremos sociedades libres de violencias machistas.
Por el recuerdo de Paola, por el futuro de su hija, por todas nosotras.