Muchos hombres pensarán que ellos no tienen prejuicios, y será cierto.
Otros pensarán que ellos creen en la igualdad, y será verdad.
Otros muchos, la mayoría, dirán que ellos no ejercen violencia física contra las mujeres, y tendrán razón.
Entonces ¿Cuál es el problema? ¿Qué podemos decirles las mujeres a los hombres? Solo se me ocurre plantearles una reflexión, y es, que si las cosas no avanzan en igualdad y no se consigue erradicar la violencia hacia las mujeres, se debe a su contribución por omisión en el mantenimiento de esta situación injusta.
Omisión, cuando consideran que ya tienen superado el machismo pero a la vez, no se posicionan abiertamente feministas antes los demás.
Omisión, cuando creen que no tienen prejuicios, pero no defienden los derechos de las mujeres a ocupar puestos de responsabilidad, impulsando las cuotas de participación.
Omisión, cuando piensan que son iguales a sus mujeres, pero siguen “ayudando” en casa.
Omisión, cuando ellos nunca pegarían a una mujer, pero piensan que no debería estar en ese lugar a esa hora de esa manera para que así no le pase nada.
Omisión, cuando oyen chistes degradantes para las mujeres, pero no son capaces de hacer callar a sus amigos.
Omisión, cuando ven publicidad, artículos o TV donde las mujeres son tratadas como objetos, pero no lo denuncian.
Omisión, cuando viendo las desigualdades y la violencia que continúa existiendo, no son capaces de manifestarse el 25 de noviembre, o con cada asesinato, porque eso son cosas de mujeres.
Tanta omisión hace indignos a los hombres. Como dice Richard Sennett, en la vida social la reciprocidad requiere trabajo expresivo. Más respeto por uno mismo y más respeto mutuo. La omisión no nos ayuda a las mujeres sino que perpetúa las desigualdades entre vosotros y nosotras.
Porque ¿que nos hace hombres y mujeres si no es nuestra dignidad?
Todas las personas tenemos derechos sólo por el hecho de serlo, y todas merecen un respeto, pero la dignidad, ser una persona digna, es algo muy distinto, y es algo que hay que trabajarlo a lo largo de toda la vida, día a día.
El trabajo, como colectivo de mujeres, de confrontación a nivel social como lucha de género, sigue siendo aún imprescindible. Pero, quiero llamar aquí al cambio personal necesario, quiero aludir ahora a un imperativo categórico para los hombres, es decir, a una prescripción o forma de actuar que indica cómo nos debemos comportar, pero ésta debe surgir de ellos mismos, de su razón, de su interés en respetarse a sí mismos.
La dignidad humana se construye libremente, se va haciendo, a base de voluntad más allá de la ley, no se recibe del exterior ni se viene al mundo con ella desarrollada. Es un proceso interno de coherencia, de trabajo interior, de revalorización propia, de mirarte en el espejo y reconocerte como persona “valiosa” cada día al levantarte.
No quiero hablar más de las mujeres como víctimas de los hombres, quiero hablar de la indignidad de los hombres hacia las mujeres.
No hay que irse muy lejos para poder trabajar por la justicia hacia las mujeres y ser más dignos como hombres. Pues estamos aquí, a vuestro lado, compartiendo territorio, no estamos lejos y somos muchas, muchísimas mujeres, tanto como la mitad de la población.
Tampoco hay que irse muy lejos para empezar, pues cualquier amanecer es un buen día para crecer en dignidad.
Puri Perez Rojo