Desde una perspectiva social y ecológica responderíamos que no es viable un crecimiento económico ilimitado en un planeta finito. Que el agotamiento del petróleo es inminente y que el calentamiento global es ya una realidad que esta destruyendo nuestro hábitat. Y es cierto, pero –paradójicamente- lo primero también es verdad.
El decrecimiento económico genera mayor desempleo, recortes sociales y una merma del bienestar social. Es cierto. Dentro del actual modelo capitalista neoliberal y bajo los modelos de vida y consumo que le son funcionales, decrecer económicamente es solo presagio de desgracias. Por eso, entendiendo esta crisis como multidimensional y sistémica, lo que proponen los grupos decrecentistas se basa, ante todo, en un cambio de valores y un cambio en la forma en que las personas nos relacionamos y nos valoramos. Solo dentro de un nuevo marco de vida y de relaciones humanas podemos plantear un decrecimiento sereno y beneficioso[i]. Y no son solo sueños, hoy son reales iniciativas como los grupos de producción y consumo agroecológico, empresas de economía social y solidaria, bancos de tiempo, huertos urbanos, software libre, tiendas sin dinero, centros sociales autogestionados, etc. Y a sus protagonistas los tildan de locos… pero son más felices.
Queda petróleo para rato. Es cierto. De hecho, probablemente no se acabe nunca. Cada día que pasa es más costoso obtener un barril de crudo. El petróleo que queda es cada vez menos accesible y de peor calidad lo que supone que cada vez tenemos que invertir más combustible para extraer y refinar el crudo. Pronto llegará un momento en que sea necesario emplear un barril de crudo para producir otro y en ese momento se dejará de extraer. Por eso, muchas personas están ya adaptando sus vidas y su entorno al desafío de vivir sin combustible fósil. Y no son solo utopías, cada día nacen nuevas ciudades, empresas, escuelas u otros colectivos en transición hacia una era post-petróleo. A estos grupos también los llaman locos… pero mañana estarán preparados.
Cambio climático ha habido siempre desde que la Tierra es Tierra. Es cierto. Pero nunca antes se había producido a esta velocidad ni había sido provocado por el ser humano. No hay duda que la vida en el planeta continuará pero no se parecerá al lugar que vio nacer a la especie humana y muy poco sobrevivirá de lo que ahora conocemos. Por eso, desde el ecologismo, las cosmovisiones indígenas, el campesinado y el movimiento de mujeres se propone una economía que funcione a favor de la vida. Unos valores de humildad frente al cosmos, de respeto y equilibrio con la naturaleza, de igualdad entre todas las personas y de solidaridad hacia todos los Pueblos. Un modelo de vida que no busque satisfacer todo lo deseable o tecnológicamente posible sino aquello realmente necesario, contentándonos –no con resignación sino con alegría- con lo que es suficiente. A estas personas también las llaman locas… pero son la única esperanza.
Y es que cada día somos mas las gentes a las que la vida nos vuelve locas, ¿Y a ti?
Fatima Amezkua, MUGARIK GABE, Mayo 2011
[i] Sería éste un decrecimiento selectivo geográfica y sectorialmente pues no todos los países ni todas las áreas de la economía deben decrecer. Los países empobrecidos tienen derecho a aumentar su huella ecológica mientras los países enriquecidos tienen el deber de reducirla sustantivamente. Y deberían decrecer los mercados financieros y la especulación, los agronegocios, las industrias extractivas, la industria armamentística, la producción por la producción. Pero otros sectores como la agricultura campesina a pequeña escala, las energías renovables, la economía de los cuidados, el tercer sector, la investigación y servicios de salud, la educación, el arte o la cultura deberían indudablemente crecer.