la articulación clase, género y etnia y por extensión de movimientos indígenas, de mujeres, por la diversidad sexual, estudiantes, sindicatos, campesinos, trabajadores informales, maestros…;
-la articulación territorial;
-la articulación de lo comunitario-local con lo nacional y el sistema-mundo;
-la vinculación de nuevos actores a este ciclo de lucha, sobre todo a partir de la centralidad y protagonismo de los actores comunitarios (tierra, territorio, soberanía), los pueblos indígenas (cosmovisión-nuevo proyecto y visión del mundo), mujeres (la vinculación de lo privado y lo público y la crítica integral al sistema dominante).
-la articulación del presente con el pasado (la memoria histórica de las grandes luchas de resistencia).
El Foro puede contribuir también, a partir de su dinámica e identidad de proceso colectivo, crítico, y en estado de renovación continua, a cuestionar esquemas organizativos caracterizados por el predominio de las elites sobre el movimiento; de la visión esquemática sobre la lectura complejizadora y problematizadora de la realidad; de la homogeneización por encima de las diversidades; del activismo sobre la reflexión estratégica. En fin, esquemas que reducen los métodos de lucha a una polaridad simplificadora y peligrosa, sin franjas grises entre el diálogo desigual y el recurso a la violencia y, sobre todo, con espacios de lucha desarticulados y a veces contrapuestos (dicotomía negociación-movilización social).
El FSA es apenas un instrumento. Como tal, no debe ser absolutizado. La sobrevaloración de la potencialidad del espacio no toma en cuenta las dificultades de desarrollar una nueva agenda de lucha fundamentada en la democratización y la renovación de actores y prácticas políticas.
Es igualmente negativa la valoración pesimista del FSA, basada en anteriores fracasos de esfuerzos de articulación y en la propia crisis de identidad de los Foros y su papel en la construcción de otro mundo posible: foro concebido como espacio de intercambio sin definiciones ni accionar político; o foro entendido como espacio de acción.
El fortalecimiento del movimiento social guatemalteco pasa así por aprovechar el espacio del FSA como parte importante pero no única de un esfuerzo pendiente y permanente de reinvención, reorganización y rearticulación.