Bolivia y el proceso de cambio que inició hace más de una década, de alguna forma vive una nueva fase tras los resultados del referéndum del 21 de febrero. En el mismo, se planteaba la modificación constitucional para que la reelección presidencial pudiera alargarse más allá de los dos mandatos que hoy se establecen como máximo. El ajustado resultado hizo ganadora a la opción que negaba esta posible reforma constitucional. Por lo tanto, el actual presidente y vicepresidente no podrán presentarse a un tercer mandato.
Este resultado, como decimos, abre una nueva etapa en el proceso de transformaciones en Bolivia, especialmente para los tres años que aún restan del actual mandato antes de las próximas elecciones a finales de 2019. Pero esta nota no pretende centrarse en este interesante momento; por lo menos no de forma directa. Tiempo habrá de ir viendo cómo camina ahora este proceso referente de otros muchos.
Hemos asistido en estos días a una actividad que muestra los avances y las debilidades del proceso en su nivel más básico, el de las comunidades indígenas y campesinas de este estado plurinacional.
Desde hace unos meses, se están realizando una serie de talleres regionales (tierras bajas, valles y altiplano) que pretenden reflexionar, intercambiar y generar propuestas sobre economía comunitaria y soberanía alimentaria. En concreto, los pasados días 11 y 12 de marzo se han realizado, en la comunidad de San Pedro, en el departamento de Santa Cruz (tierras bajas) y a impulso de la Federación Departamental de Mujeres Indígenas Originarias y Campesinas – Bartolina Sisa, uno de estos encuentros. El mismo, se hacía en coordinación con el Sistema Plurinacional de Comunicación, cuyos brazos técnicos son CEFREC y CAIB y con la participación en esta ocasión de Mugarik Gabe, así como de experiencias de compañeras indígenas y campesinas de otros departamentos del país.
Se trataba de un trabajo de base en el que se pudieran contrastar los principales problemas, pero también las iniciativas en economía comunitaria que se abordan desde las propias comunidades y organizaciones en su nivel más de base. De ahí la importancia de estos talleres, pues no estaban atravesados por rimbombantes discursos o grandes análisis de coyuntura del nivel macroeconómico. Al contrario, como decimos, las protagonistas, como sujetos políticos, eran las comunidades y, especialmente, las mujeres de las Bartolina Sisa.
En este espacio, se han planteado también las debilidades y avances escasos del propio proceso de cambio en algunas áreas. Sigue habiendo enormes deficiencias en cuanto a la distribución de la propiedad de la tierra. Y en este norte integrado, como se denominada al norte de Santa Cruz en el que se ha hecho este encuentro, se constata la falta de tierras para el campesinado y la abundancia de enormes propiedades de caña de azúcar o soja especialmente, en manos de unos pocos terratenientes. Aquí, la oligarquía nacional y los hacendados extranjeros (brasileños, argentinos, rusos…) siguen poseyendo enormes cantidades de tierras orientadas a la producción agroindustrial para la exportación.
También hay debilidades en el impulso y respaldo verdadero al fortalecimiento de la economía comunitaria. La actual constitución política del estado plurinacional aboga hoy por la llamada economía plural; aquella que constituyen la economía privada, la social o estatal, la cooperativa y la comunitaria. En estos años sigue dominando la primera, es decir, la privada, característica central del sistema capitalista. En paralelo, se ha desarrollado mucho, también en estos años, la economía pública, sobre todo a través de los procesos de nacionalizaciones que ha promovido el proceso de cambio. Pero la debilidad sigue centrada en la promoción del modelo cooperativo y del comunitario. Aquellos, en especial el segundo, que son propios de las comunidades indígenas y campesinas. Aquellos que necesitan, entre otros, una claridad en la definición e impulso de la soberanía alimentaria para poder ir ganando el espacio económico que la constitución les reconoce. Hay que subrayar que el modelo cooperativo y el comunitario, junto con el estatal o público, son los que verdaderamente pueden abrir caminos a un sistema postcapitalista. Como decimos, y como se ponía de manifiesto en estos talleres, queda mucho por andar en este camino.
Pero también en este taller (y en los realizados anteriormente) se han puesto de manifiesto las fortalezas de las comunidades. Hemos podido escuchar y visitar en el área de San Pedro distintas iniciativas productivas comunitarias, todas ellas protagonizadas por las mujeres de las Bartolina Sisa. De esta forma, se avanza en la mejora de las condiciones de vida de la población, a través de esas experiencias (panadería, cría de pescado, de pollos…), pero también desde el protagonismo de la mujeres, en la recuperación y ejercicio de sus derechos como tales. Y aquí hay que recordar una vez más que así se van dando pasos en el llamado proceso de descolonización y despatriarcalización; como se dice una y otra vez, no podrá llevarse adelante nunca el uno sin el otro.
Y además de ver las experiencias productivas, también se ha podido reflexionar sobre cómo se entiende la economía comunitaria, más allá de los grandes enunciados de intelectuales o académicos. Desde las comunidades hay claridad en que el modelo mayoritario en las mismas, aquel que pretende mantener y desarrollar los derechos, pero también mejorar sus condiciones de vida de forma colectiva, es la economía comunitaria. Modelo que de una u otra forma las comunidades indígenas y campesinas han practicado desde hace siglos; y modelo, que a pesar de vivir en una sociedad de mercado, en el sistema capitalista, hoy sigue siendo una garantía para la igualdad y la redistribución de la riqueza en las comunidades y espacios territoriales más amplios.
Posiblemente, estas características son algunas de las más importantes de la economía comunitaria y serán ellas, junto a la implantación y desarrollo de la soberanía alimentaria (mucho más allá de la llamada seguridad alimentaria) las que mayor aporte puedan hacer en la profundización del proceso de cambio en este país. Y en esta nueva fase que, decíamos al principio, se siente abrir en estos momentos en este país, debe de ocupar una atención especial convirtiéndose en verdadero eje de articulación económica en ese marco amplio de la llamada economía plural como modelo del nuevo sistema para construir una sociedad más justa y equitativa. Sin olvidar que el aporte y protagonismo de las mujeres en esta parte del proceso también debe de ser central.
Jesus González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe 2016/03/13