La gente trabajadora, las personas pensionistas, los hombres y mujeres que a diario realizan el esfuerzo durante 7 u 8 horas toda la semana, todas han sido definidas como objetivo enemigo. De repente todas ellas se han encontrado, ¿despertado?, con un cinturón en el cuello que no formaba parte de su atuendo o vestimenta habitual. Un cinturón que nos está ahogando, un cinturón que no hemos elegido, ni voluntariamente ni en aras a solidarizarnos con los responsables que han generado esta crisis.
Esta crisis no la hemos originado la clase trabajadora y por eso las medidas tomadas no son radicales, etimológicamente hablando, no van a la raíz del problema. Coger el toro por los cuernos, significa poner el cinturón en otros cuellos, ponerlo en aquellas entidades financieras que han creado esta situación, ponerlo también a este sistema neoliberal globalizado, para ver si conseguimos ahorcarlo de una vez por todas. La clase trabajadora no es más que parte afectada ya por estos desmanes, como para pedirle encima que pague los platos rotos.
Podemos pensar en que el cinturón nos lo pongamos todas las personas, pero si, y solo si realmente queremos cambiar este modelo productivista y de sobreconsumo y buscar una sociedad donde la libertad no pese más que la igualdad, y ésta menos que la fraternidad.
El día 29 tenemos oportunidad de hacer valer nuestros derechos. Derecho a la huelga, derecho a manifestarnos, derecho a discrepar, derecho a defender nuestros intereses. Pero quizá sea el día de hablar de deberes y principalmente de uno de los más importantes: el deber de defender nuestros derechos.
Quienes lograron la declaración de derechos para toda la humanidad hicieron su trabajo, pero no todo acaba ahí. Ahora queda el nuestro, el trabajo que consiste en defenderlos día a día. De nada sirve el reconocimiento de un derecho si no somos capaces de defenderlo, y más cuando el reparto de responsabilidades es radicalmente injusto.
Llevamos casi dos años con esta crisis, crisis con la que algunos políticos llegaron a decir que iba a suponer una refundación del capitalismo, y que la debían pagar sus responsables. Sin embargo, sigue pasando el tiempo y no hay ninguna medida al respecto, y menos usando vías como los decretos urgentes aplicados para la reforma laboral. Todas las prisas y devaneos se ciernen sobre lo que la clase trabajadora podemos aportar.
No podemos atarnos las manos pensando que con otro gobierno sería aún peor, debemos pensar que si queremos las soluciones a la crisis, éstas pueden hacerse de manera mucho más justa para todos y todas. Pero sólo hacen falta dos cosas: ganas y una respuesta multitudinaria en la calle para que esa presión alcance el nivel suficiente, o al menos tanta presión como la que está teniendo J.L.Zapatero desde las instancias financieras, FMI, BCE…
Entre todas y todos podemos.
Puri Pérez Rojo
Miembro de Mugarik Gabe
Bilbao a 25 de junio de 2010