No es casualidad que la celebración de la Hispanidad, el Día de la Guardia Civil y la Virgen del Pilar coincidan el mismo día. Las tres representan estructuras opresoras (Estado, ejército e Iglesia). En contraposición, está la resistencia indígena y la población represaliada por el Estado español a través de sus ejércitos militares y religiosos. En un mismo día, coexisten múltiples interpretaciones sobre lo que hay que celebrar, o si no hay nada que celebrar, como han resaltado las campañas de los últimos años para abolir el 12 de octubre como símbolo de “La raza española”. Es un día en el que se mezclan las interpretaciones entre quien vence y quien es vencido, entre colonizadores y mujeres y hombres colonizados, entre explotadores y explotadas.
La herencia vencedora enfatiza la grandeza de los Reyes Católicos y la expansión del imperio español, presentándola como una conquista civilizadora que era inevitable y necesaria. Por otro lado, está el genocidio indígena, que sirvió para expoliar y enriquecer ilegítimamente a dicho imperio. Actualmente, esta dinámica persiste a través de las empresas transnacionales, que continúan saqueando los recursos naturales de los pueblos indígenas para sostener nuestro bienestar a costa de su empobrecimiento. Esto incluye la ocupación de sus territorios ancestrales, guerras, financiación de sicarios o paramilitarismo, explotación laboral y sexual, y la justificación de la violencia para perpetuar el sometimiento después de 500 años.
En esta dicótomía desde Mugarik Gabe creemos que es el momento de reconocer la deuda ancestral que tenemos con los pueblos indígenas de Abya Ayala (el continente americano) y nos gustaría iniciar un proceso de perdón ancestral y un humilde reconocimiento a la propuesta política de estos pueblos como un camino hacia la emancipación. El paradigma del Buen Vivir, conocido como Wët Wët Fxi`zenxi (pueblo Nasa, Colombia), Sumak Kawsay (pueblos quechua, Ecuador y Bolivia) y Utz K’aslemal (pueblo Maya quiché, Iximulew-Guatemala), nos invita a cuidar de la naturaleza, del colectivo que nos rodea y de nosotras mismas.
Esta propuesta de vida nos reconecta con nuestra Amalurra (Madre Tierra), con nuestros pueblos y nuestras gentes. Nos recuerda que el cuidado de las personas y del entorno debe ser una prioridad para todas las sociedades. Si colocamos estos principios en el centro de nuestras políticas y prácticas cotidianas, podremos reconstruir un modelo que ya ha sido inventado pero que hemos olvidado. «El futuro ya ha sido». Esta frase de nuestras compañeras y compañeros de Abya Yala nos recuerdan que decrecer, volver al origen para repensar el futuro de manera más sostenible, coherente y equitativa entre personas y pueblos, es el único camino hacia la supervivencia.
Este consejo, maravilloso y sencillo, es dificilísimo de instaurar en las mentes de quienes detentan el poder económico, social y político. El sistema actual no nos permite soñar; nos obliga a correr hacia el mañana sin pensar en si ese mañana existirá. Nos empuja hacia un desarrollismo extremo basado en la sobreexplotación de unos países sobre otros, y en lógicas racistas, machistas y clasistas, que no dan tiempo a que las sociedades reconozcan que las guerras son herramientas de conquista territorial y que la violencia sigue siendo el método de sometimiento. Nos han convencido de que no hay otra manera de vivir.
Mientras tanto, la riqueza sigue concentrándose en cada vez menos manos, y se está construyendo una multitud de pueblos empobrecidos. ¿Qué sucederá si nos organizamos y volvemos a los orígenes? No hace falta inventar nada nuevo, el futuro ya ha sido. Tenemos que volver a lo que fuimos: sociedades equilibradas entre pueblos, con equidad entre hombres, mujeres y disidencias sexo-genéricas, junto con la naturaleza.
Los reductos resistentes en la sociedad seguimos existiendo para recordar que los mecanismos de opresión y dominación no son necesarios. Ya hemos experimentado el empobrecimiento creciente de todas las sociedades y sus consecuencias. A partir de ahora, queremos vivir la historia desde el paradigma de los oprimidos, la resistencia indígena.