Llevamos años, escuchando cuestionamientos sobre las violencias machistas. Que si las mujeres somos las responsables de la violencia por como vestimos o por donde caminamos, que si la violencia es algo de la población migrante, que las mujeres denunciamos falsamente, que si aliamos a nuestros hijos e hijas en contra de sus padres. Y en los últimos meses, oímos con insistencia que la violencia no tiene género, vaciando todo análisis de las causas por las que asistimos a asesinatos de mujeres casi a diario. Obviando que este año han asesinado a 90 mujeres en el Estado o que 1 de cada 3 mujeres en Europa hemos vivido alguna forma de violencia machista. Frías, pero reveladoras estadísticas. Esto sin hablar del terror sexual, del miedo de ir a casa sola, de aguantar baboseos cuando sales de fiesta, del acoso laboral o del ninguneo de las violencias simbólicas que vemos cada día en medios de comunicación o en las marquesinas de nuestras ciudades.
En las V Jornadas Feministas de EH de este mes de noviembre nos recordaban nuestra genealogía feminista en la construcción de vidas libres de violencias machistas. Una genealogía que pone en valor que nuestros discursos y estrategias son diversas y han ido evolucionando en las últimas décadas, con grandes logros para la historia. Hemos aprendido mucho, de los movimientos feministas de aquí y de otros muchos lugares del mundo. Hemos tomado conciencia de que las violencias machistas son la herramienta para reproducción continua y sistemática del sexismo y la desigualdad, que se hace patente en nuestros cuerpos y nuestras vidas. También hemos aprendido a defendernos, juntas, de maneras de lo más diversas, entre otras, fortaleciendo nuestros argumentos, para que no nos vendan que las violencias machistas, son violencias sin apellidos y sin análisis más profundos.
Nos quieren vender que estamos mejor. Pero hay mucho por hacer para superar los simbólicos minutos de silencio de la clase política. Es hora de concretar la lucha contra las violencias machistas y la desigualdad en recursos y medidas de calidad con enfoque feminista. Más aún en este contexto de aumento de la desigualdad, de criminalización de la protesta y de fortalecimiento del neofascismo y los fundamentalismos de todo tipo.
Como decía Simone de Beauvoir “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. Nosotras lo tenemos claro, no nos vamos a quedar quietas, ni calladas: ni nuestros cuerpos ni nuestros derechos son negociables.