Hace un año un grupo de ONGD y personas referentes de la cooperación vasca hicimos público un pronunciamiento que ponía en valor el acontecimiento histórico ocurrido el 8 de abril del 2017 en Baiona, en el que se producía el desarme ordenado, legal y verificado de ETA. Un desarme en el que la sociedad civil, quizás por primera vez en el mundo, era la protagonista, y eso quisimos subrayarlo. Un año después y confiando en que el proceso de desmovilización de ETA esté en fase resolutiva, queremos hacer balance y exponer algunos elementos que, desde nuestro conocimiento de otros procesos de paz, creemos que son necesarios abordar también en el caso vasco.
Al igual que señalamos hace un año, la participación de la sociedad civil debe seguir siendo protagónica en el proceso vasco. Una participación que, si bien ha estado presente en algunos procesos de paz que conocemos, nunca ha llegado a consolidarse como principal protagonista de los mismos condicionándolos de manera evidente. En cambio, la sociedad civil vasca articulada en colectivos como el Foro Social Permanente, Bake Bidean o la dinámica “Bakearen Artisauak” está marcando hoy la agenda de la resolución del conflicto, evidenciando el desinterés y bloqueo del gobierno español. Y es que la implicación de todas las partes en la fase resolutiva de un conflicto armado ha sido decisiva en todos los procesos de paz que conocemos.
Por eso hoy, un año después del desarme, queremos volver a reconocer la labor iniciada en Luhuso por los “Artesanos de la Paz”, una labor que, además, estos meses está dando nuevos frutos a través de algunos gestos que está realizando el gobierno francés para resolver la situación de las personas presas derivada de la política de dispersión.
Así mismo, constatamos que el nuevo escenario abierto tras el desarme ha posibilitado en el País Vasco y Navarra acuerdos políticos y sindicales en torno a cuestiones tan urgentes como la situación de personas presas enfermas, las transferencias de competencias penitenciarias y el acercamiento. Y por ello, saludamos también la implicación en el proceso de los gobiernos vasco y navarro para apuntalar un proceso que aún siendo singular por su carácter “unilateral”, es irreversible.
Queremos una paz en términos de responsabilidad porque aseguraría las bases que necesitamos para avanzar en su construcción. La paz debe ser buen vivir para todos y todas. Y para eso, es necesario articular mecanismos que garanticen conocer la verdad, así como una justicia digna y reparadora, para que todos los sufrimientos de todas las víctimas de todas las expresiones de violencia puedan ser reconocidos y compartidos.
Para finalizar, como organizaciones, colectivos y personas referentes de la solidaridad internacionalista, creemos que la Paz va más allá de la ausencia de confrontación armada. La Paz es una oportunidad para transformar modelos políticos, sociales, económicos y culturales que generan violencia. Esa es la paz que debemos buscar, la que fije las bases para transitar hacia nuevos modelos de vida como el el feminismo, la economía social y solidaria, la soberanía alimentaria, el acceso a la tierra, la identidad, la justicia social o la equidad.
En definitiva, una paz transformadora que posibilite construir de manera participativa nuevos modelos de convivencia desde una lectura crítica, constructiva y compartida del pasado. Esa es la Paz que, con el papel protagónico de nuestra sociedad, queremos para nuestro pueblo y para todos los pueblos del mundo.
ADHESIONES: Paz con Dignidad, Euskadi – Cuba, Lumaltik, Mundubat, Bizilur, Mugarik Gabe, Etxalde, SODePAZ, Garabide, Colectivo Latinoamericano de Refugia@s – Bachué y Emigrados sin Fronteras
Euskal Herria – 2018/04/09