Prácticamente todos los días desayunamos, comemos o cenamos con alguna noticia en la que el eje fundamental es la mejora de la situación económica. Normalmente, las mismas están protagonizadas por las instituciones vascas y el empresariado. Así sabemos de nuevas ayudas a la industria, firmas de acuerdos con la patronal vasca, imágenes de inauguraciones de nuevas plantas de producción o planes de formación profesional y prácticas baratas en empresas. La tónica general es una mayoría de hombres empresarios y satisfechos, de la mano de las autoridades compartiendo fotos y desayunos de trabajo. Como decimos, la idea machacona a transmitir es que la crisis que nos asoló ya está revirtiendo y entramos nuevamente en la senda del desarrollo y el crecimiento.
Es curioso (o no) que también hay otras noticias importante en este mismo campo, que no suelen ocupar tanto espacio o, cuando menos, son presentadas de forma distinta. Unas veces con sutileza, otras, de forma enrevesada y difícil de entender en su totalidad. Nos referimos a aquellas que nos hablan de que “nuestro empresariado” no es tan modelo ni tan motor de la recuperación. Son informaciones que nos hablan de la privilegiada y sostenida disminución de impuestos a las empresas y sus beneficios o, sobre el fraude millonario que todos los años “aflora” y que también protagoniza esta misma parte de nuestra sociedad.
Y reafirmamos lo de curioso, pues cuando las noticias nos tienen que hablar del fraude del empresariado, generalmente cuesta encontrar a este sujeto en esas informaciones y terminas la lectura sin saber muy bien quien defraudó los millones de euros, como si hubiera sido el espíritu santo o algo propio de la naturaleza, terrenal o divina. Igual que cuando hay que decir que ese fraude existe de forma millonaria y se emplean eufemismos como “aflorar”; parece que viene él solito con la primavera, igual que nuestros jardines y campos. Como si nadie fuera responsable de ello o hubiera dudas y “se sigue investigando para dar con los culpables”.
Sin embargo, y en evidente contraposición, no hay eufemismos cuando de criminalizar a las personas empobrecidas de esta misma sociedad se trata. Cuando el fraude en cuestiones importantes como la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), esa mínima ayuda destinada a más de 63.000 familias que el sistema no permite que lleguen de forma digna a final de mes, no alcanza el 1%, es noticia ampliamente difundida. Las sospechas sobre posibles yihadistas cobrando la RGI, luego todos pueden serlo, o que es un sistema que privilegia a extranjeros, luego tiene efecto llamada para otros, o que se va a atajar este fraude con sistema de huella digital, ganan espacios en la prensa y declaraciones de las instituciones. Se pretende extender las sospechas sobre esas 63.000 familias desempleadas (muchas de ellas monoparentales con una mujer como cabeza de las mismas), con trabajos precarios o pensionistas, y se trata de no tratar con dignidad a quienes más la necesitan. Por cierto, surge la pregunta que nos hacemos muchas personas sobre si se impondrá también el sistema de huella digital para identificar y conocer a los defraudadores millonarios.
Y con todo lo anterior, se pretende ahora que los presupuestos del Gobierno Vasco, no pueden “despilfarrar” dinero público con una subida del 8%, igual que la del Salario Mínimo Interprofesional, tras un recorte del 7% sufrido ya en los primeros momentos de la crisis. Sería el equivalente a unos 50 € mensuales. Mientras, esos mismos presupuestos aprueban miles de euros para el pago de salarios de altos cargos, o millones para incentivar el crecimiento de las empresas y mejorar sus cuentas de resultados.
Tampoco en estos casos hay desayunos de trabajo, imágenes televisivas o grandes declaraciones, tampoco hay fotografías en todos los medios escritos y digitales con esas 63.000 familias. No vende, no es rentable económicamente hablando porque no saben comportarse; protestan demasiado y no tienen paciencia esperando a que llegue su momento de prosperidad (el paraíso soñado), aunque éste sea dentro de demasiados años y mientras simplemente haya estómagos vacios. Y lo que es peor, en vez de acudir a la caridad algunos de ellos y ellas tratan de organizarse en colectivos sociales o de que los sindicatos defiendan sus derechos. Y eso ya no tiene perdón, y mucho menos foto.
La huelga de hambre que estos días llevan adelante en Bilbao ocho mujeres y hombres es para que esas 63.000 familias, sean del tipo que sean, vengan de donde vengan, tengan la edad que tengan, puedan ver reconocido y ejercido su derecho a una vida digna mientras este sistema no sea capaz de facilitarles una pensión o un trabajo digno que, realmente es lo que quieren.
No habrá foto de autoridades ni de empresarios, pero nos la haremos la propia sociedad con todas esas mujeres y hombres y, junto a ellas, seguiremos reclamando el derecho a una vida digna para todos y para todas, no solo para una minoría privilegiada.
Jesus González Pazos. Miembro de Mugarik Gabe