“… la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo” (E. Galeano)
Es posible que las pocas palabras que preceden a este texto, palabras de quien supo reflejar magistralmente la otra historia que nunca nos contaron de todo un continente cuando escribió “Las venas abiertas de América Latina”, sean la síntesis perfecta que condensa la esencia del concepto de la Solidaridad; cuando menos, en lo que se refiere a su intencionalidad ética, humana y política.
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Porque este texto pretende algo tan sencillo y al mismo tiempo, y quizás precisamente por esa simpleza, algo tan complicado como hablar de solidaridad. Entre mujeres y hombres, entre colectivos humanos, entre organizaciones, entre pueblos y todo ello desde nuestras individualidades, pero también y sobre todo desde nuestra dimensión colectiva, esa dimensión que implica ser y formar parte fundamental de algo mayor. Algo tan fácil de citar, como tan difícil de practicar: la solidaridad. Demasiadas veces prostituida en función de intereses políticos, religiosos o sociales, demasiadas veces manipulada. En definitiva, un concepto que hoy, en tiempos de crisis y estafas, es necesario limpiar, sentir y sobre todo dimensionar en la práctica.
A veces, señala también Galeano, se la disfraza de caridad y ésta es otra cosa pues su ejercicio se realiza de modo vertical, desde el que “está arriba” hacia los que “están abajo”. Por eso, el ejercicio verdadero de la solidaridad, es complicado, no es fácil. Pero nos jugamos mucho en ello pues hablamos de justicia social, hablamos de combatir la desigualdad creciente, hablamos de sentirnos y encontrarnos en igualdad de derechos y, sobre todo, hablamos de poder ejercerlos más allá del discurso y que ese ejercicio alcance a las grandes mayorías del planeta y no solo a una minoría.
Reforcemos esta imagen, esta misma idea, con otra cita. En una fábula del libro “La cultura de la reciprocidad”i , Paolo Coluccia, se señala que ”en una vieja iglesia románica, un fresco medieval representa el paraíso y el infierno de manera totalmente idéntica. En ambos lugares reina una gran abundancia de vituallas de las que los elegidos y los condenados sólo pueden disfrutar por medio de grandes tenedores desmesuradamente largos. Pero mientras que en el infierno los condenados famélicos intentan vanamente llevar a su boca los deseados manjares, en el paraíso, los elegidos radiantes se alimentan los unos a los otros”. Vivimos en un tiempo en el que los largos tenedores enfrentados y solos dominan cada vez más nuestras vidas, por lo que el recurso de la solidaridad ya no solo es necesario y humanamente oportuno, sino que empieza a ser vital para la existencia, ya hablemos desde la individualidad o desde la colectividad.
Así, de una u otra forma vamos ya haciendo explícitos en este texto conceptos que nos parecen fundamentales para explicarnos el modo de solidaridad que queremos expresar y reivindicar en estos tiempos. Surge entonces la equidad, lo colectivo, la justicia, la lucha contra el empobrecimiento (proceso) y la pobreza (consecuencia). Y también la lucha contra la desigualdad. Y aquí aparece la necesidad de destacar de forma especial esto último pues afirmamos que aunque la lucha contra la pobreza es necesaria y no se puede aparcar sine die, los poderes económicos y políticos en demasiadas ocasiones tratan de distraernos con ésta, con el objetivo de que no percibamos que lo que realmente crece en los últimos años es la desigualdad y la concentración de la riqueza cada vez en menos manos y que son éstas las que generan situaciones de auténtica injusticia y pobreza en y hacia las personas y los pueblos.
Por eso, en este texto se quiere conscientemente dar a la solidaridad el contenido más político posible a este concepto, tanto en su teoría como en su práctica. La idea de solidaridad a extenderse es aquella que reafirma y reivindica su esencia como compromiso ético, humano y político, alejándose de sentimientos únicos de compasión y caridad. Afortunadamente y dados los tiempos recientes que nos tocan vivir en estas nuestras sociedades es este concepto el cada vez más extendido, arrinconando a otros más individualistas. Y eso se percibe cuando saltan alarmas sociales que requieren solidaridad.
Se ha dicho y argumentado en múltiples ocasiones pero, por su importancia, es necesario reiterarlo. Si partimos del derecho humano a una vida digna y entendemos la dignidad como una característica que define al ser humano, a hombres y mujeres, decimos que la solidaridad es el derecho y obligación a indignarse ante la injusticia a que se somete a las personas y pueblos, sea ésta del tipo que sea. Pero, en esa misma línea, también consideramos que para que la indignación sea consecuente (la solidaridad) no puede reducirse a un mero sentimiento, sino que debe ir más allá. Debe incluir el reconocimiento de esas situaciones y sus causas, y el compromiso activo ante las mismas, porque deben ser actuaciones dirigidas a eliminar esas causas profundas y estructurales que generan injusticias. Por eso es que se reivindica, desde el protagonismo de las sociedades civiles, el principio de solidaridad en la cooperación, pero también en la política, en la cultura, en los medios de comunicación, en… La capacidad de situarse en el lugar del “otro/a” y desde ahí poder construir conocimientos y acciones que incidan en verdaderas y profundas transformaciones, desde abajo hacia arriba, del sistema dominante.
Este es el reto que se está ganando, aunque pudiera parecer lo contrario. Un poco de perspectiva y mirada larga así nos lo demuestran. Afortunadamente, y a pesar de estos tiempos de crisis que vivimos aquí y allá, en nuestros barrios y pueblos pero también en regiones y países lejanos, la solidaridad se extiende y se practica. A diario actúan con este horizonte millones de mujeres y hombres, miles de organizaciones y movimientos sociales, todos ellos claves para no retroceder en los derechos conquistados y para ir abriendo nuevos espacios de libertad y fraternidad, de justicia social, nuevos paradigmas de emancipación y solidaridad.
Se iniciaba este texto con una cita de un gran autor latinoamericano y se podría cerrar ahora usando nuevamente las palabras de otro enorme escritor de ese mismo continente, como fue G. García Márquez. Porque si como expresa el título hablamos de la “solidaridad en tiempos de crisis”, también pudiéramos hacer un paralelismo y citar ésta como un ejercicio necesario de “El amor en los tiempos del cólera”.
(Nota.- Este texto está escrito en base a la introducción del libro del mismo título de reciente publicación, que incluye catorce relatos en torno a la solidaridad de otros tantos periodistas de nuestro país)
Jesus González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
2014/12/02